Auge y caída del capitalismo
Del capitalismo y consumismo
hacia la sostenibilidad. Estos importantes datos, que explican con
mucho detalle una realidad que nos cuesta entender cuando se trata de
tomar conciencia de la esencia del capitalismo, que en lectura vemos en
todos sus componentes y como de manera imperceptible, define nuestro
estilo de vida, aptitudes, posiciones, conciencia.
El análisis presentado en resumen, nos define la esencia del consumismo y nos brinda esperanza hacia un mundo que decide salvarse, luchando contra uno de los males del capitalismo.
Afirma Assadourian: “Los seres humanos forman parte de sistemas culturales, están modelados y determinados por sus culturas y en su mayor parte actúan exclusivamente de acuerdo a las realidades culturales, símbolos, valores y tradiciones con los que se desarrolla una persona y que se convierte en algo “natural”. Y es lo que tendremos que entender, la naturalidad con la que aceptamos un mundo de injusticia y de exclusión.
Cambiar ese sistema de desigualdad para evitar el colapso de la
civilización requiere nada menos que una transformación absoluta de los
patrones culturales dominantes. Esta transformación rechazaría el consumismo,
la orientación cultural que induce a las personas a buscar sentido,
satisfacción y aceptación a través del consumo, para sustituirlo por un
nuevo marco cultural centrado en la sostenibilidad.
Pero, transformar la cultura no es tarea fácil, requiere esfuerzo, trabajar sin descanso para reorientar las instituciones claves que modelan la cultura, la educación, las empresas, los gobiernos, los medios de comunicación, así como los movimientos sociales y una tradición humana consolidada.
Los siguientes datos nos revelan una realidad asombrosa: en 2006, la población del mundo gastó 3.5 billones de dólares, en bienes y servicios. Estos incluyen necesidades básicas como alimentos y viviendas pero a medida que aumenta el ingreso se gasta en comidas más caras, viviendas más lujosas, coches, ordenadores personales, trajes, coches. Sólo en 2008, se compraron 68 millones de vehículos, 85 millones de frigoríficos, 297 millones de ordenadores y 1200 millones de teléfonos móviles en todo el mundo.
Señala Assadouriam, que a medida que crece el consumo se extraen más elementos naturales: combustibles fósiles, minerales y metales; talado de bosques, roturado de tierras para el cultivo, extrayéndose 60 mil millones de toneladas de recursos (alrededor del 50% más que hace 30 años. Esta explotación de los recursos ejerce una creciente presión sobre los sistemas ecológicos de los que defienden la humanidad y otras múltiples especies y actualmente rebasamos en más de 1/3 parte de la capacidad disponible de la tierra.
El cambio climático es sólo uno de los muchos síntomas de los niveles de consumo. La contaminación del agua, la pérdida de más de una media de 7 millones de hectáreas anuales de bosque, erosión de los suelos, producción anual de 100 millones de toneladas de residuos peligrosos, prácticas laborales abusivas por el afán de producir bienes de consumo baratos, la obesidad, creciente patrones de consumo, son consecuencia del consumo excesivo.
Además de ello, resulta que los niveles de consumo están extremadamente desequilibrados, lo que supone que la población rica tiene una responsabilidad desproporcionada por los males ambientales del planeta: 1500 millones de personas más ricas del mundo. (7% de la población mundial), son responsables del 50% de las emisiones de dióxido de carbono, mientras que 3 mil millones de pobres sólo son responsables del 6%.
La población rica es la que posee mayores bienes, utiliza más electricidad, gasta más agua, más energía, come más productos procesados, más carnes y compra más cosas.
La población de Estados Unidos gastó 9.7 billones de dólares en consumo, unos 32.400 dólares por persona, lo que supone el 32% de los gastos mundiales con sólo el 5% de la población global. Si todo el mundo consumiera como los Estados Unidos, sólo 1400 millones de habitantes vivirían en el mundo.
Para el 2050, está previsto un aumento de la población en unos 2.300 millones de personas. Ninguna medida estratégica para generar sociedades sostenibles es posible si no van acompañadas de cambios importantes de patrones de consumo. Sin embargo, estos cambios de patrones no dependen del consumidor y como colmo cada día se refuerza de manera sistemática, un paradigma cultural cada vez más dominante de consumismo.
La mayor parte de las cosas que creemos “naturales”, son en realidad
culturales. Por ejemplo, en algunas culturas, los gusanos y otros
bichos, son elementos importantes en sus comidas. A los europeos, por
ejemplo, les parece muy repulsivo pese a que muchos de ellos comen
almejas, babas, caracoles. Es cuestión de cultura. Por eso, el
consumismo se describe como una orientación cultural, que según el
economista Paul Ekins “es la posesión y el uso de un número y variedad
de bienes y servicios es la principal aspiración cultural y se percibe
como la vía más segura hacia la felicidad personal, la categoría social y
el éxito nacional”. El consumismo lleva a la gente de todo el mundo a
creer que es el camino a la felicidad pero paradójicamente, consumir mas
no significa mejorar la calidad de vida. Pero el consumismo ha
transformado profundamente los elementos culturales: lenguaje, símbolos,
normas, valores, instituciones en todo el mundo.
La publicidad ha sido la herramienta principal para incentivarlo. En el 2008, el gasto mundial en publicidad ascendió a 643 mil millones de dólares. El cine y los medios de comunicación son los principales agentes de publicidad. Como explica el autor Duane Elgin: “para controlar a una sociedad, no es necesario controlar sus tribunales ni sus ejércitos, lo único que se precisa es controlar su información” La televisión, las películas, internet, son la actividad de ocio más extendida, que consumen un tercio a la mitad del tiempo diario de la gente en el planeta.
Gran parte de los mensajes transmitidos en este tiempo, refuerzan normas consumistas, fomentan ambiciones materialistas, destacan las vidas de gente adinerada y famosa con un alto nivel de consumo o presentando historias que resaltan la creencia de que la felicidad se consigue a través de una situación económica acomodada con la compra del último artilugio de moda. Es innegable el impacto de los medios en las normas, valores y preferencias de las personas.
Sólo cambiando los sistemas culturales podrá cumplirse estos objetivos:
Primero: desalentar el consumo: NO consumir comida en exceso, comida chatarra, o fumar, comprar artículos desechables, no depender del vehículo y cambiar estilo de vida para cumplir las diferentes actividades diarias.
Segundo: Sustituir el consumo privado de bienes por un consumo público o por un consumo mínimo o nulo siempre que sea posible.Alternativas sostenibles serían cultivar alimentos en huertos comunitarios, compartir libros, actividades, paseos, traslados en vehículos. La importancia del vehículo es una imposición de la industria automovilística, no un hecho natural pero debe estar acompañado de medidas gubernamentales de mejoramiento del servicio público.
Tercero: Diseñar bienes duraderos, evitando los desechables y que los productos sean reciclables al final de su vida útil.
Esta transformación cultural por supuesto que no es nada fácil, tan largo que pudiera durar décadas y ello depende de las iniciativas que desde el Gobierno y la misma sociedad comiencen a darse. En la medida en que las personas interioricen a título personal, nuevas normas y valores.
Ecoportal
El análisis presentado en resumen, nos define la esencia del consumismo y nos brinda esperanza hacia un mundo que decide salvarse, luchando contra uno de los males del capitalismo.
Afirma Assadourian: “Los seres humanos forman parte de sistemas culturales, están modelados y determinados por sus culturas y en su mayor parte actúan exclusivamente de acuerdo a las realidades culturales, símbolos, valores y tradiciones con los que se desarrolla una persona y que se convierte en algo “natural”. Y es lo que tendremos que entender, la naturalidad con la que aceptamos un mundo de injusticia y de exclusión.
Pero, transformar la cultura no es tarea fácil, requiere esfuerzo, trabajar sin descanso para reorientar las instituciones claves que modelan la cultura, la educación, las empresas, los gobiernos, los medios de comunicación, así como los movimientos sociales y una tradición humana consolidada.
Los siguientes datos nos revelan una realidad asombrosa: en 2006, la población del mundo gastó 3.5 billones de dólares, en bienes y servicios. Estos incluyen necesidades básicas como alimentos y viviendas pero a medida que aumenta el ingreso se gasta en comidas más caras, viviendas más lujosas, coches, ordenadores personales, trajes, coches. Sólo en 2008, se compraron 68 millones de vehículos, 85 millones de frigoríficos, 297 millones de ordenadores y 1200 millones de teléfonos móviles en todo el mundo.
Señala Assadouriam, que a medida que crece el consumo se extraen más elementos naturales: combustibles fósiles, minerales y metales; talado de bosques, roturado de tierras para el cultivo, extrayéndose 60 mil millones de toneladas de recursos (alrededor del 50% más que hace 30 años. Esta explotación de los recursos ejerce una creciente presión sobre los sistemas ecológicos de los que defienden la humanidad y otras múltiples especies y actualmente rebasamos en más de 1/3 parte de la capacidad disponible de la tierra.
El cambio climático es sólo uno de los muchos síntomas de los niveles de consumo. La contaminación del agua, la pérdida de más de una media de 7 millones de hectáreas anuales de bosque, erosión de los suelos, producción anual de 100 millones de toneladas de residuos peligrosos, prácticas laborales abusivas por el afán de producir bienes de consumo baratos, la obesidad, creciente patrones de consumo, son consecuencia del consumo excesivo.
Además de ello, resulta que los niveles de consumo están extremadamente desequilibrados, lo que supone que la población rica tiene una responsabilidad desproporcionada por los males ambientales del planeta: 1500 millones de personas más ricas del mundo. (7% de la población mundial), son responsables del 50% de las emisiones de dióxido de carbono, mientras que 3 mil millones de pobres sólo son responsables del 6%.
La población rica es la que posee mayores bienes, utiliza más electricidad, gasta más agua, más energía, come más productos procesados, más carnes y compra más cosas.
La población de Estados Unidos gastó 9.7 billones de dólares en consumo, unos 32.400 dólares por persona, lo que supone el 32% de los gastos mundiales con sólo el 5% de la población global. Si todo el mundo consumiera como los Estados Unidos, sólo 1400 millones de habitantes vivirían en el mundo.
Para el 2050, está previsto un aumento de la población en unos 2.300 millones de personas. Ninguna medida estratégica para generar sociedades sostenibles es posible si no van acompañadas de cambios importantes de patrones de consumo. Sin embargo, estos cambios de patrones no dependen del consumidor y como colmo cada día se refuerza de manera sistemática, un paradigma cultural cada vez más dominante de consumismo.
La publicidad ha sido la herramienta principal para incentivarlo. En el 2008, el gasto mundial en publicidad ascendió a 643 mil millones de dólares. El cine y los medios de comunicación son los principales agentes de publicidad. Como explica el autor Duane Elgin: “para controlar a una sociedad, no es necesario controlar sus tribunales ni sus ejércitos, lo único que se precisa es controlar su información” La televisión, las películas, internet, son la actividad de ocio más extendida, que consumen un tercio a la mitad del tiempo diario de la gente en el planeta.
Gran parte de los mensajes transmitidos en este tiempo, refuerzan normas consumistas, fomentan ambiciones materialistas, destacan las vidas de gente adinerada y famosa con un alto nivel de consumo o presentando historias que resaltan la creencia de que la felicidad se consigue a través de una situación económica acomodada con la compra del último artilugio de moda. Es innegable el impacto de los medios en las normas, valores y preferencias de las personas.
Sólo cambiando los sistemas culturales podrá cumplirse estos objetivos:
Primero: desalentar el consumo: NO consumir comida en exceso, comida chatarra, o fumar, comprar artículos desechables, no depender del vehículo y cambiar estilo de vida para cumplir las diferentes actividades diarias.
Segundo: Sustituir el consumo privado de bienes por un consumo público o por un consumo mínimo o nulo siempre que sea posible.Alternativas sostenibles serían cultivar alimentos en huertos comunitarios, compartir libros, actividades, paseos, traslados en vehículos. La importancia del vehículo es una imposición de la industria automovilística, no un hecho natural pero debe estar acompañado de medidas gubernamentales de mejoramiento del servicio público.
Tercero: Diseñar bienes duraderos, evitando los desechables y que los productos sean reciclables al final de su vida útil.
Esta transformación cultural por supuesto que no es nada fácil, tan largo que pudiera durar décadas y ello depende de las iniciativas que desde el Gobierno y la misma sociedad comiencen a darse. En la medida en que las personas interioricen a título personal, nuevas normas y valores.
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